YURIRIA
La ciudad de Yuriria es el centro urbano más antiguo en el Estado de Guanajuato. Fue fundado, por parte de las tribus chichimecas, en el año 945 d.C.
Actualmente ofrece un carácter pintoresco y agradable por sus calles estrechas, casas bajas y un jardín principal amplio y lleno de árboles. Este armoniza con el convento y templo de San Pablo (1550), conjunto de estilo plateresco cuya fachada es la más ricamente ornamentada y mejor conservada del país. Cuenta, además, con dos templos del siglo XVI, el Expiatorio –donde se venera a la Virgen del Buen Concejo- y el de la Preciosa Sangre de Cristo, en cuyo interior existe un Cristo de madera negra de la misma época.
A orillas de la ciudad domina el paisaje la laguna artificial de Yuriria, construida en 1548 por Fray Diego de Chávez, como primera obra monumental de riego que existió en la América Colonial.
El nombre original de la ciudad fue Yuririhuapúndaro, que significa, según la Secretaría de Turismo, “Lugar del lago de sangre”, porque, “supuestamente el lago aledaño era utilizado como cementerio” (sic).
El nombre tarasco significa “donde está el lago de sangre” (Yuriri, sangre; apunda, laguna y ro, locativo). Pero el lago nunca fue un cementerio. Lo de sangre le viene porque, a veces, sus aguas, que generalmente tienen un color verdoso, adoptan un tono rojizo. Es, según los que la han visto, un color rojo escarlata, tan intenso que llega a parecerse al de la sangre.
Las primeras noticias de esta curiosidad las dieron los tarascos, que conquistaron el lugar por el año 1350 d.C.
En 1579, don Cristóbal de Vargas Valadés, Alcalde Mayor de la Villa de Celaya y Corregidor de Yuririhuapúndaro, escribió en sus Relaciones geográficas de la diócesis de Michoacán:
“El pueblo de Yuriripúndaro es de la corona real y corregimiento de el alcalde mayor de la Villa de Celaya: Está en la provincia de Michoacán y llámase Yuririapúndaro porque quiere decir en lengua tarasca Laguna de sangre, y púsose este nombre a este dicho pueblo porque tiene una laguna, entre las casas, de media legua en redondo, que el agua de ella es algo bermeja, semejante a sangre”.
Casi un siglo más tarde (1644), el venerable padre Diego Basalenque, cronista de la orden agustiniana, escribió en su Historia de la provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán, lo siguiente:
“Este pueblo se llama Yuririapúndaro, que quiere decir Laguna de sangre, porque se fundó en sus principios alrededor de una laguna cuya redondez debe ser de una legua corta, y su agua no es sangre sino agua, que tiene un color turbado y no claro estando en la laguna, que sacada fuera más es de lo que en ella parece. Tiene una cosa admirable esta laguna: que no se le halla fondo en medio, y su agua nunca mengua ni crece, ni por fuera se ceba de otras aguas que le entran si no es la del Cielo. Ha habido años en que la laguna grande se ha secado totalmente, y ésta no mengua cosa. Su agua no es provechosa para cosa viviente de dentro. Dicen algunos que ahí echaban los cuerpos que se sacrificaban a sus dioses, de esto no hay escrito, sólo tradición. En cuanto a no menguar ni crecer, según filosofía, hemos de decir que está al peso de algunas muchas aguas y con muchas que no se menoscaban se está ella en aquel pozo y así en medio no se halla suelo, que es cosa que espanta; no se navega ni nadie se atreve a pasarla”.
LAGUNA ALMONICA
Otro sacerdote de la orden de los agustinos, fray Matías de Escobar, escribe en su Crónica de la provincia agustiniana de Michoacán (1729):
“Muchos pensaron que el haber sido el suelo de este pueblo Palestra de Marte, en que se vertió tanta sangre cuanto fue necesaria para inundar el terruño, fue lo que granjeó el nombre de Yuririapúndaro, que es lo mismo que Laguna de sangre. Pero lo cierto es que lo que le da el referido nombre, es una laguna, que tendrá poco más de una legua en su circuito, inmediata a su población. Esta tiene el color rojo o sanguíneo. Es tradición haber sido esta laguna en la que arrojaban los cuerpos a los ídolos, y quizá por esta crueldad se tiñó de sangre el agua que hay si hay sangre, que pida al Cielo justicia contra una crueldad, en las aguas ha de haber sangre también, que clame y pida venganza.
“Bien pudiera llamar a las aguas sanguíneas de esta laguna almónica, porque así como en los cristales del río Almón lavaban los sálicos sacerdotes los cuchillos de las víctimas y con la sangre de ellas teñían las aguas, acá los sacerdotes de la idolatría de este pueblo lavaban sus pedernales en las aguas de esta laguna; y de esta sangre tomaba nombre el sitio.
“Río de infierno es el referido, como lo fue esta laguna, para los miserables sacrificios. Es profundísima, y tanto, que afirma nuestro Venerable Basalenque, no ha habido argonauta atrevido que halla querido transitar sus medios, y con razón, que para mí tengo es esta laguna antípoda del Mar Rojo, según el trópico opuesto, y grados de altura en que se halla, y puede ser esta laguna algún desahogo de aquel grande y profundo Mar.
“Así viene a ser el color y causa del color de la laguna de Yuriripúndaro: el suelo y terruño le hace el rojo color de que se viste, para engañar la vista. Nada viviente tiene o mantiene en sus senos. Estigio lago o Mar muerto puede decirse y denominarse, por esta infructífera propiedad. Era seno de los muertos y sacrificados cuerpos, y así no quiere consentir nada vivo en prueba de su propiedad antigua.
“Esta pues, como refiero, sangrienta laguna, le da el nombre a Yuririapúndaro. De esta sangre trae el origen su nombre.
“No se si la mayor hidalguía podrá dar más claro testimonio en su sangre de nuestro Yuririapúndaro…
“… a los que frecuentan los baños de las aguas de esta laguna, les comunica a los pelos del mismo rojo que tienen en sí a las aguas, propiedades que se cuentan de las aguas del Reno, Xanto y Escarmandro”.
El barroco fraile Escobar se equivoca en varios puntos. El lago, que no laguna, nunca fue centro ceremonial de sacrificios humanos; no está en las antípodas del Mar Rojo; y sí posee vida en sus entrañas.
El último cronista de la provincia agustiniana, fray Nicolás de Navarrete, en su Historia de la Provincia (1879), al hablar de la fundación del templo y convento de Yuriria dice con parquedad:
“En lugar cercano a la Joya (que así se llama el lago cráter) está el lago de sangre o lago Muerto que dio su nombre a Yuririapúndaro, desde su fundación tarasca”.
Las tradiciones de un lago rojizo son, como vemos, muy antiguas. Sin embargo, aún en fechas recientes se han reportado insólitos cambios en la tonalidad de las aguas; cambios que se han tratado de relacionar con los movimientos sísmicos. ¿Será cierto que cuando el lago cambia de color anuncia un próximo terremoto?
EL LAGO DE SANGRE
Uno de los renglones económicamente más importantes para la vida de Yuriria era la recolección del mosco que se cría, y muy bien, dentro del lago. Cuando, en 1980, visité el lugar, tuve que usar una mascarilla para evitar respirar y tragar los mosquitos. La pesca de charales es otra de las actividades remunerativas dentro del lago.
Don Benjamín Lara González, cronista de la ciudad de Yuriria, nos contó que la primera vez que vio las aguas del lago teñidas de rojo fue en 1970. Uno de los pescadores que frecuentaban el lago le dijo:
“Mire usted doctor, la laguna se enferma cada y cuando. Cada vez que hay un terremoto o un temblor, o hace erupción algún volcán. Hasta lo que pasa bien lejos de aquí lo registra la laguna. Cualquier temblor o erupción volcánica, por lejos que esté. Entonces empieza a salir un color rojo del fondo y tiñe las aguas de la Joya.
“Ya cuando se va a aliviar, entonces todo el rojo se forma en una nata a las orillas de la laguna y en la superficie y entonces, todo el mosco y los charales se mueren. Nosotros no podemos pescar. Tenemos que esperar a que vuelva a aclararse el agua para que los peces vuelvan a la laguna desde estos hoyos que hacemos aquí y entre estas cañas viven mientras pueden reproducirse en grande ya dentro de la laguna”.
Nuestro ya conocido Oscar Arredondo Ramírez extrajo agua y lodo del lago y lo intentó transplantar en las aguas de los cráteres. Sus trabajos sólo dieron resultado en un pequeño charco del cráter de Rincón de Parangueo. Su intensión resultaba obvia: crear un nuevo “enigma” y atraer a los turistas a su localidad.
En 1980 sugerí la existencia de dinoflagelados, como los que producen la marea roja, como posible explicación al color rojo del lago. A mi insistencia, don Benjamín Lara tomó una muestra del agua y la llevó al laboratorio de análisis clínicos y bacteriológicos del Químico Farmacobiólogo Luciano González García, de Valle de Santiago. González, después de centrifugar, decantar y preparar la muestra, pudo observar, a través del microscopio, unos diminutos seres flagelados de color rojo, de tan sólo unas micras de diámetro.
González no pudo identificar el microorganismo. Lara tomó otra muestra y, en compañía de don Arturo Ramírez Hernández, se dirigió a la Universidad de Guanajuato. Ahí depositaron las muestras en el Museo de Historia Natural Alfredo Duges. Lara y Ramírez aún continúan esperando los resultados del análisis.
jueves, 3 de abril de 2008
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